Cuando era niña, María Esther García (ahora 33) le dijo a su madre que de grande quería ser maestra. Por ese entonces, la respuesta fue la misma que se repitió los años siguientes: “No, no podemos nosotros, porque para eso se necesita plata, se necesita dinero y nosotros somos pobres, no podemos estudiar”, transmite ahora María Esther.

Ni ella ni su hermana, María de los Ángeles (32), fueron al liceo una vez terminada la escuela. Ambas habían concluido la primaria abanderadas, pero debieron empezar a trabajar. Hasta que un día decidieron hacer el liceo nocturno: ella tenía 17 años y su hermana 16. “Yo creo que era una cuestión de rebeldía. A mí me dijeron que no podía entonces yo tenía que poder”, dice ahora María Esther.

Terminaron el liceo a los 22 y 23 años y con la beca del Fondo de Solidaridad empezaron a estudiar Medicina en Montevideo. “El apoyo del Fondo fue fundamental, lo tuvimos durante toda la carrera y en el 2016, que fue la inundación más grande que hubo, nuestra casa se inundó y fue una experiencia muy tremenda, porque perdimos todo lo que teníamos en la casa. Al tiempo fue la gente del Fondo de Solidaridad y nos dio un dinero para arreglar la casas que había quedado muy venida a menos. Estábamos inundadas y teníamos que venir igual”, agrega y remarca la importancia de este sostén para poder ser hoy médica.

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